Luego que dejo a Rubén en su colegio, yo me voy hacia mi trabajo. No soy un hombre con riquezas, ni poseo tierras enormes como para regalar; más bien me vuelto ahorrador y cuidadoso en ese aspecto. Tengo un hijo a quien debo cuidar y brindarle lo necesario, para que él se forme como un hombre. A mi desde pequeño me enseñaron a valerme y enfocarme en cosas buenas, no quiere decir que no he sido travieso y que no hecho travesuras, esas son etapas y ahora estoy en la de ser un padre.
Camino hacia mi trabajo, ya que esta cerca del colegio de mi hijo; así también me ahorro el viaje. Siempre paso por las mismas calles desde hace 15 años, ensuciando mis zapatos y sudando mi camisa.
Mi labor no es tan grande como dirían, pero es el sustento que me alimenta y a lo que me acostumbrado. Mis manos se han rajado haciéndose callos en mis dedos y en la parte superior de mi muñeca. El color de mi piel ha cambiado por ese sol que sofocaba todos los días, en invierno el frió hacia que tiemble mi cuerpo y a veces recayera.
Los obreros como yo, seguimos a un amo, que si nos portamos mal o no hacemos su mandado, nos castiga sin nuestros alimentos, que bien sonaría así, pero eso involucraría a nuestras familias. Yo siempre me preguntado y han recomendado - ¿porqué no dejas tu trabajo y buscas una oportunidad ahí? – Como si fuera fácil, mandar todo al diablo y dirigirme a los dueños de esa empresa y decirles - ¿sabes que? - Aquí estoy y vine por el anuncio – No es tan simple. Un par de veces lo eh pensado, pero luego me desanimado. Ahora que lo veo, que hubiese pasado si me aceptaban y al rato venia esa orden de – ¡Paren las obras! No hemos cumplido con las normas y tendremos que cerrar la industria por un tiempo – No creo que hubiera sobrevivido a eso, hubiera estado en nada para luego arrepentirme, mejor no. Además no me gustaría ser parte de ese imperio de contaminación.